viernes, 13 de enero de 2012

Los poemas de mi niñez

De Héctor Gagliardi, como lo recuerdo:

Reyes Magos

Si vos no te portás bien,
le digo a los Reyes Magos
que te dejen sin regalos,
y te quedás sin el tren.

Es que mi madre también
un poco se aprovechaba
pues esa noche llegaban
los tres Reyes de Belén.



La carta la había mandado
sin faltas de ortografía,
¡así los Reyes verían
que yo era un chico aplicado!

¡Hice todos los mandados!
me lavé..... ¡hasta las orejas!
pues esa noche mi vieja
me tenía acorralado.

La luna hacía brillar
el lustre de mis zapatos...
¿más si ellos eran cegatos....
quién les podría avisar?

Por eso al irme a acostar
puse la almohada a los pies...
¡y me acosté de revés
para poder vigilar!

Cuando más lo precisaba....
¡me vengo a quedar dormido!
Me levanté a los maullidos
del gato de la encargada....

Ya entraba la madrugada
de un radiante seis de enero...
y un "trencito".... ¡el más ligero!
del umbral me saludaba...

¡Lo habían dejado de frente!
¡Ya listo para marchar!
Con él me iba a despertar
a mi madre alegremente...

¡Qué alegría que uno siente!....
Explicarla.... yo no puedo.
Unas ganas de ser bueno.....
¡De ser bueno..... hasta la muerte!

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Al que dejaron sin nada
fue al chico de la de al lado....
¿cómo lo habrán olvidado?

El era un chico muy bueno,
muy buenas notas siempre sacaba....
con nosotros no jugaba,
porque enseguida tosía...
¡y los Reyes no sabían
que el padre no trabajaba!

¡Yo comprendí su dolor!....
cuando me vió con el tren,
se acercó a mirarlo bien....
¡y después lo acarició!

¡A mi me daba... calor
de que me viera jugar!
A casa lo invité a entrar....
¡Y él también se divirtió!

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¿Cuántos Reyes han pasado
por las puertas de mi vida?
Y a mi alma adolorida....
¿cuántas veces la he dejado
con un zapato gastado
esperando a su Melchor,
¡a que le traiga el amor
para un mundo envenenado!

Esta noche, por los cielos,
pasarán los Reyes Magos.
E irán dejando regalos
a los niños que son buenos.

Pero hay otros niños buenos
en otros "laos" de la Tierra
¡que por culpa de una guerra
no han de pasar los camellos!


¡Señor!......
Yo aprendí a rezar
"arrodillao" con mi vieja,
y si nunca te fui con queja
hoy me tenés que escuchar:

¿Por qué tienen que pagar
esos niños inocentes
de que en el mundo haya gente
que sólo piensa en matar?

Ellos...¿qué saben de guerra?
¡Ellos quieren Reyes Magos!
Ellos.... en vez de regalos,
tienen un miedo.... ¡que aterra!

Si vos.... ¡paráras la guerra!....
¡¡Pasarían los camellos!!
Yo te lo pido.... por ellos....
¡Por los "pibes" de la Tierra"

Así es como lo recuerdo. Si tienen alguna corrección que hacer, pues adelante. La puntuación la puse de acuerdo a como recuerdo el poema en el disco "Reliquias de San Juan"

¡¡¡Feliz día de Reyes!!!

Artabán. El cuarto Rey Mago

Artabán*. El cuarto rey mago.

El zigurat de Borsippa, con sus altos muros y siete pisos, era el punto de encuentro de los cuatro reyes – Melchor, Gaspar, Baltasar y Artabán- e inicio de la travesía conjunta. 
Hacia allí acudían Melchor, un anciano de piel blanca con barbas blancas. Su regalo para Jesús es oro, representando su naturaleza real; Gaspar, joven moreno. Cuyo regalo es el incienso, que representa la naturaleza divina de Jesús; Baltasar, de raza negra. Su presente a Jesús es mirra, que representa su sufrimiento y muerte futura; y Artabán, joven Rey de unos cuarenta años, con su triple ofrenda al Niño Dios: un diamante protector de la isla de Méroe, que neutralizaba los venenos; un pedazo de jaspe de Chipre, como amuleto de la oratoria; y un fulgurante rubí de las Sirtes, para alejar las tinieblas que confunden al espíritu.
Ocurrió que Artabán topó en su camino con un viejo moribundo y desahuciado por bandidos: interrumpió el rey su viaje, curó sus heridas y le ofreció el diamante al viejo como capital, antes de proseguir su camino. 
Cuando finalmente hubo llegado a Borsippa, sus compañeros de viaje habían partido, siguiendo a la estrella que no daba tiempo que perder.


Aunque no conocía con precisión el rumbo que debía tomar, continuó en soledad en pos de su destino.
Así fue que arribó a Judea, pero no encontró ni a los Reyes ni al Redentor, sino hordas de soldados de Herodes degollando a recién nacidos. 
A uno de ellos, que con una mano sostenía a un niño y en la otra blandía afilada espada, le ofrece el rubí destinado al Hijo de Dios a cambio de la vida del niño. En esta actitud es sorprendido: es apresado y encerrado bajo llave en el palacio de Jerusalén.
Treinta años duró el cautiverio, y fueron llegando ecos de los prodigios, consejos y promesas de un Mesías que no era sino el Rey de Reyes al que fue a adorar. 
Con la absolución y errando por las calles de Jerusalén, se anunció la crucifixión de Jesucristo. Era el mediodía de un viernes antes de la Gran Fiesta de Pascua. La gente estaba excitada. Todos hablaban de lo que acababa de suceder. Algunos regresaban del Gólgota y comentaban que allá estaba agonizando colgado de una cruz.
El viejo Artabán encamina sus pasos al Gólgota para ofrecer la adoración tan largamente postergada, cuando repara en un mercado en el que una hija es subastada para liquidar las deudas su padre. 
Artabán se apiada de ella, compra su libertad con el pedazo de jaspe. La última ofrenda que le quedaba es ofrecida.
Y cuando Jesucristo está por morir en la cruz, tiembla la tierra, se abren los sepulcros, los muertos resucitan, se rasga el velo del templo y caen los muros. 
Una piedra golpea a Artabán y entre la inconsciencia y la ensoñación, nuestro Rey Mago -gastando sus últimas fuerzas- se dirigió hacia allá casi arrastrándose, como si el también llevara sobre sus hombros una pesada cruz hecha de años de cansancio y de caminos.
Y llegó. Dirigió su mirada hacia el crucificado, y en tono de súplica le dijo:
“Perdóname. Llegué demasiado tarde”.
Pero desde la cruz se escuchó una voz que le decía: «Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste». 
Desorientado y exhausto pregunta: “¿Cuándo hice yo esas cosas?”, la respuesta que recibe de la misma voz fue: «Lo que hiciste por tus hermanos, lo hiciste por mí». 
Y con la misma expiración recibe esta promesa: «Hoy estarás conmigo en el paraíso».
Con ella, se elevó a los mismos cielos que en su juventud le guiaron en pos del destino finalmente alcanzado.


*Artabán es un personaje ficticio protagonista del cuento navideño The Other Wise Man (El otro rey mago), escrito en 1896 por Henry van Dyke (1852 – 1933), teólogo presbiteriano estadounidense. Esta es una adaptación libre y sintetizada del cuento.